Por Gustavo Javier González Ferrari

Buenos Aires, noviembre de 2002

I- Introducción. Aproximación al tema

El término globalización habita entre nosotros desde hace ya algunos años e implica y despierta en el lector las más variadas interpretaciones. Para unos es sinónimo de avance, de progreso, de inclusión; para otros representa lo contrario; esto es desigualdad, marginalidad y dominación.- Ya sea en un sentido o en otro, detrás de la interpretación que pueda hacerse hay una visión predominante y es la vinculada a la expansión de un sistema económico propiciado desde una posición política determinada: el capitalismo. Al tiempo que ello se establece como substrato, también se aprecia la noción de que globalización es aquello que engloba, que valora o considera mejor el conjunto.- Ahora bien, valorar globalizadamente implica un riesgo: ver la totalidad, o al menos aspirar a hacerlo, muchas veces limita la visibilidad y nos impide analizar comprensivamente lo individual, lo particular, lo que sucede en un momento y lugar determinado. Y la globalización trae consigo una visión de tiempo y espacio diferente pues la contra cara del proceso globalizante que hoy día se está produciendo, es un impacto, un cambio importante en cada sociedad de las que, hasta la irrupción de esta nueva realidad político-económica, conocíamos como estados nacionales. Todo se ve afectado de una nueva forma: la economía interna, las relaciones laborales, el control de los medios productivos, la estratificación social, el paisaje urbano, las desviaciones, el delito, las comunicaciones, por sólo nombrar algunos de los ámbitos en los cuales este proceso impacta hacia adentro.- Pero, cuándo comenzó este proceso de expansión? Es una pregunta difícil de contestar pues este es un proceso de larga data según la visión de algunos que opinan que es una manifestación del “fin de la historia”1 ; en tanto que para otros se ha dado como un fenómeno que se potenció con el afianzamiento del neoconservadorismo -el Tatcherismo inglés y la política de Ronald Reegan, en los EEUUde los años ochenta y la caída del régimen comunista patentizado en el derrumbe del muro de Berlín2 . De lo que no cabe duda es que la expansión se inició como una arista del sistema capitalista y que lo que le otorgó fuerza al proceso –y tal vez allí radica una de sus novedades- es que, como nunca antes en la historia, desaparecieron los obstáculos para el movimiento de capitales y mercancías, y en consecuencia se modificaron las relaciones sociales en todo el planeta.- El hito fue la caída del muro de Berlín, hecho paradigmático si lo hubo, pues supuso un nuevo orden político. La unión de las Alemanias separadas al inicio de la “guerra Fría”, la caída de la “Cortina de Hierro”, la inclusión de las naciones del “Pacto de Varsovia” a la OTAN, y definitivamente la pérdida de hegemonía de la Unión Soviética fueron otros síntomas importantísimos del fin del sistema alternativo al capitalismo de posguerra, al único sistema que se mostraba como opción frente a él.- Desde entonces se ha suscitado un nuevo tiempo, un tiempo de cambio y de preguntas, un momento de “estado de sospecha”3 , en el que se torna acertado pensar si sólo el despliegue económico se produjo como consecuencia del 1 Francis Fukuyama, entre otros en su libro “.El fin de la Historia” 2 Eric Hosbawn, Diario “clarín” nota “El mundo se volvió más desigual, publicada en el año 2001. Consultar en Enlacevenezuela.org 3 Es el estado de inquietud propia del intelectual que no se conforma con el modo en que le son brindadas las necesidades. Es un término prolijamente acuñado por Adorno en su obra “la Negación” 2 cambio político, o ha habido algo más; es un momento para de pensar si se abre un nuevo régimen político y económico o si en realidad lo único que se está produciendo es una reproducción del orden ya conocido.

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